Lectura de hoy
¿Dónde está Dios?
Juan 3:1-3
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los judíos. Éste...
REFLEXIÓN
Una pareja tenía dos niños pequeños, de 8 y 10 años de edad, quienes eran extremadamente...
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Estudio Bíblico de la semana
Águila o pollo
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¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerlo, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para justicia? Romanos 6:16
Reflexión
Érase una vez un hombre, que mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en un corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como estos. Un día un naturalista que pasaba por allí le preguntó al propietario porqué razón un águila, el rey de todas las aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrada en el corral con los pollos.
-Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser pollo, nunca ha aprendido a volar- respondió el propietario-. Se conduce como los pollos, y por tanto, ya no es un águila.
-Sin embargo- insistió el naturalista- tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar.
Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista la tomó en sus brazos suavemente y le dijo: “Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela”.
El águila, sin embargo, estaba confusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciéndole: “Eres un águila. Abre las alas y vuela”. Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos.
El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: “Eres un águila. Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela”.
El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el naturalista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y finalmente, con un grito triunfante, se voló alejándose en el cielo.
Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que, de cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Según se sabe, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo. Siempre fue un águila pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.
Mis queridos hermanos y amigos, el hombre, como el águila, es el rey de la creación. Posee un corazón grande capaz de anhelar lo sublime y tiene alas para perseguir lo más alto. Sin embargo, voluntariamente se ha encarcelado en el corral. Se ha hecho esclavo de su propia ambición.
¡Que triste es ver al hombre, como el aguilucho en el corral, comiendo la comida de los pollos y llevando la vida de estos, cuando su corazón y su mente están hechos para ser todo lo que nuestro Creador quiso que fuéramos. Eso no le trae gloria al hombre y menos a su Creador.
Que Dios te bendiga
-Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser pollo, nunca ha aprendido a volar- respondió el propietario-. Se conduce como los pollos, y por tanto, ya no es un águila.
-Sin embargo- insistió el naturalista- tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar.
Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista la tomó en sus brazos suavemente y le dijo: “Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela”.
El águila, sin embargo, estaba confusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciéndole: “Eres un águila. Abre las alas y vuela”. Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos.
El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: “Eres un águila. Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela”.
El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el naturalista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y finalmente, con un grito triunfante, se voló alejándose en el cielo.
Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que, de cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Según se sabe, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo. Siempre fue un águila pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.
Mis queridos hermanos y amigos, el hombre, como el águila, es el rey de la creación. Posee un corazón grande capaz de anhelar lo sublime y tiene alas para perseguir lo más alto. Sin embargo, voluntariamente se ha encarcelado en el corral. Se ha hecho esclavo de su propia ambición.
¡Que triste es ver al hombre, como el aguilucho en el corral, comiendo la comida de los pollos y llevando la vida de estos, cuando su corazón y su mente están hechos para ser todo lo que nuestro Creador quiso que fuéramos. Eso no le trae gloria al hombre y menos a su Creador.
Que Dios te bendiga