Lectura de hoy
Nuestro banco
Efesios 5:14-17
Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará...
REFLEXIÓN
Si nosotros tuviéramos un banco que acreditara a nuestra cuenta cada mañana $86,400 dólares...
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Estudio Bíblico de la semana
B.6.- El Antiguo Testamento y el Reino de Dios
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Estudio sobre la enseñanza del Reino de Dios en el Antiguo Testamento ... |
Mi socorro
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Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado ni a su descendencia que mendigue pan. Salmos 37:25
Reflexión
Ir a buscar comida al crédito nunca fue ni será jamás algo cómodo. Por el contrario, en algunos casos despierta vergüenza. Al fin y al cabo se trata de un favor.
--Lo siento, don Aníbal. Ya tiene una cuenta bastante grande y, perdóneme la franqueza, no veo que consiga trabajo, le dijo el propietario del negocio.
--Pero lo he intentado, repuso el hombre.
--No lo dudo, don Aníbal, pero se que me comprenderá. Son negocios. No puedo dejarme mover por el corazón y dio la espalda para atender a un cliente que llegaba.
Aquel día, don Aníbal entendió que cuando hay solidez económica la gente te acompaña y los comerciantes te prestan. Curioso, solo le prestan a quien no necesita que le presten. Cuando menguan los recursos, todos quieren hacerse a un lado. Es como si dijeran: "No queremos estar junto a los fracasados".
El hombre llegó a su casa dispuesto a seguir adelante. No podía darse el lujo de contagiar a su familia con el desánimo. Prometió ir en "busca de algo". Y aunque arrastraba los pies con desgano, reemprendió la tarea de buscar trabajo.
Lo embargaba la firme convicción de que, aunque llevaba tres semanas en la misma tarea, Dios lo socorrería. Y la respuesta se produjo. Consiguió trabajo en un taller de mecánica lavando repuestos con gasolina. Poco a poco pudo ponerse al día, saldando la totalidad de las deudas.
Uno se pregunta: ¿Porqué a veces queda la sensación de que Dios llega un poquito tarde? ¿Porqué no nos resuelve nuestros problemas antes y nos evita el sufrimiento?
Mis queridos hermanos y amigos, así como en los campos militares de entrenamiento hay que sufrir para ser más fuerte, así como en los campos deportivos, hay que entrenar duro hasta el dolor para alcanzar excelencia en la competencia, así hay que sufrir para crecer en el Señor.
Lamentablemente los seres humanos solamente ejercitamos nuestra fe cuando nuestros esfuerzos fracasaron y no nos “queda más remedio” que, como última instancia, volvernos al Señor. Él lo sabe y nos espera con ansiedad, amor y con Sus brazos abiertos. Vayamos a Él hoy mismo.
Que Dios te bendiga
--Lo siento, don Aníbal. Ya tiene una cuenta bastante grande y, perdóneme la franqueza, no veo que consiga trabajo, le dijo el propietario del negocio.
--Pero lo he intentado, repuso el hombre.
--No lo dudo, don Aníbal, pero se que me comprenderá. Son negocios. No puedo dejarme mover por el corazón y dio la espalda para atender a un cliente que llegaba.
Aquel día, don Aníbal entendió que cuando hay solidez económica la gente te acompaña y los comerciantes te prestan. Curioso, solo le prestan a quien no necesita que le presten. Cuando menguan los recursos, todos quieren hacerse a un lado. Es como si dijeran: "No queremos estar junto a los fracasados".
El hombre llegó a su casa dispuesto a seguir adelante. No podía darse el lujo de contagiar a su familia con el desánimo. Prometió ir en "busca de algo". Y aunque arrastraba los pies con desgano, reemprendió la tarea de buscar trabajo.
Lo embargaba la firme convicción de que, aunque llevaba tres semanas en la misma tarea, Dios lo socorrería. Y la respuesta se produjo. Consiguió trabajo en un taller de mecánica lavando repuestos con gasolina. Poco a poco pudo ponerse al día, saldando la totalidad de las deudas.
Uno se pregunta: ¿Porqué a veces queda la sensación de que Dios llega un poquito tarde? ¿Porqué no nos resuelve nuestros problemas antes y nos evita el sufrimiento?
Mis queridos hermanos y amigos, así como en los campos militares de entrenamiento hay que sufrir para ser más fuerte, así como en los campos deportivos, hay que entrenar duro hasta el dolor para alcanzar excelencia en la competencia, así hay que sufrir para crecer en el Señor.
Lamentablemente los seres humanos solamente ejercitamos nuestra fe cuando nuestros esfuerzos fracasaron y no nos “queda más remedio” que, como última instancia, volvernos al Señor. Él lo sabe y nos espera con ansiedad, amor y con Sus brazos abiertos. Vayamos a Él hoy mismo.
Que Dios te bendiga