Lectura de hoy

Ángel de la muerte

Eclesiastés 7:14

En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto...

REFLEXIÓN

En cierta ocasión, el amo de una viña grande mandó a uno de sus mejores criados a realizar...

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El anciano diácono

Publicación:  martes 9 agosto 2022   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. Mateo 7:1-2


Reflexión

Le llamaremos Juan. Está despeinado, descalzo, su camisa agujereada y su pantalón anda en las mismas. Así vistió durante sus cuatro años de estudios universitarios. Es brillante... mas es un tanto callado, se convirtió a Cristo mientras estudiaba.

Frente a frente a la universidad hay una iglesia conservadora, de gente refinada. Ellos tienen deseos de poder servir a los jóvenes estudiantes, mas no saben como hacerlo.

Un buen día, Juan decide visitar dicha iglesia. Entra descalzo, con su vieja y rota ropa y su cabello despeinado. Ya el servicio había comenzado cuando él pasó por el medio del pasillo en busca de un lugar para sentarse, mas no halló lugar debido a que la iglesia estaba llena. La gente se incomodó con su presencia pero nadie se atrevió a decir nada. Juan se acercó al púlpito y, no hallando lugar, se sentó en el piso alfombrado (conducta aceptada en la universidad, pero que jamás había ocurrido en esta iglesia).

Había tensión en el medio ambiente... ¡la gente estaba incómoda! Ahora el ministro observa como un bien vestido, anciano y canoso diácono se encamina lentamente hacia Juan. Es un hombre piadoso, culto y refinado. Mientras camina hacia Juan, la gente piensa dentro de sí: "No podemos culparle por lo que va hacer. Después de todo, no es de esperarse que un anciano comprenda a un joven, y mucho menos, sentado así en el piso."

El anciano tarda en llegar hasta el frente... su bastón va sonando según camina.

El silencio es absoluto. Ni siquiera se oye el respirar de los presentes. Tampoco puede predicar el ministro ante su expectativa de lo que habrá de hacer el anciano diácono.

De momento, observan como éste suelta su bastón sobre el piso y con gran dificultad se sienta junto a Juan con el fin de, junto a éste, adorar a Dios.

Mis queridos hermanos y amigos, ¡qué difícil nos es entender que somos diferentes y que el Señor nos hizo diferentes. Él se goza en la diversidad, gocémonos nosotros también.  

Que Dios te bendiga