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Dormido en la torre de control

Publicación:  jueves 19 noviembre 2020   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo. Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. Resistidlo firmes en la fe…
1 Pedro 5:6-9


Reflexión

Uno tras otro, los grandes aviones fueron aterrizando en el aeropuerto. Hacía buen tiempo, y las señales de radio y las luces de aterrizaje funcionaban como debían. Las instrucciones emitidas desde la torre de control del aeropuerto de Ankara, Turquía, eran claras. Fue así como aterrizaron dieciséis aviones esa noche entre las 0 horas y las 6 de la mañana. Sin embargo, el controlador aéreo Guclu Cevik, que sufría de narcolepsia (la enfermedad del sueño), había estado dormido la mayor parte del tiempo. Semidormido, había dado, mecánicamente, las instrucciones. Por suerte y de milagro, no ocurrió ningún accidente.

Es terrible cuando, por obligación del cargo o del oficio, el que tiene que estar bien despierto y alerta se duerme en su trabajo. ¿Qué le puede pasar a un autobús repleto de pasajeros, que anda por un camino montañoso, si el chofer se duerme? ¿Qué le puede pasar a un barco pesquero que se arriesga en un mar turbulento, plagado de témpanos de hielo, si el timonel se duerme? Los centinelas que vigilan el cuartel no deben dormirse. Los agentes de policía que cuidan el vecindario no deben dormirse. Las enfermeras que, en la unidad de cuidados intensivos, controlan los aparatos que regulan los signos vitales, no deben dormirse.

Por las mismas razones, un padre que tiene hijos pequeños y adolescentes tampoco debe dormirse. Los traficantes de drogas saben cómo iniciar a un joven en la nefasta adicción de marihuana y cocaína. Los programas de televisión saben cómo incitar al incauto en la pornografía y el crimen. Detrás de cada amigo ocasional puede esconderse un secuestrador de mentes, de corazones y de vidas. Descuidarse en la educación moral, especialmente de los hijos pequeños, es dormirse cuando más necesitan ellos un padre alerta. Permitir que los hijos se críen por su cuenta, sin dirección, sin escuela, sin iglesia y sin Dios, es entregarlos en manos de ladrones del alma, que listos están para chuparse la última gota de sangre moral y espiritual. Bien lo dice al apóstol Pedro: “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”.

Mis queridos hermanos y amigos, si los que somos padres o madres queremos hijos inteligentes, sanos, limpios y con valores morales, entonces debemos vigilar con celo constante sus actividades. Por todos lados hay peligrosas tentaciones que llaman a los jóvenes con una atracción casi irresistible y únicamente con un fuerte respaldo hogareño podrán ellos vencer esas tentaciones. La Biblia nos enseña a ser buenos padres y el Espíritu Santo nos guía en ese camino. No hay pérdida, nuestra vida y la de nuestros hijos depende de nuestra entrega y obediencia al Señor. Él, como buen pastor, nos guiará por caminos de justicia. Es precisamente por eso que le llamamos Señor.

Que Dios te bendiga