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Eclesiastés 7:14

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REFLEXIÓN

En cierta ocasión, el amo de una viña grande mandó a uno de sus mejores criados a realizar...

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Cuando el submarino se hunde

Publicación:  martes 15 septiembre 2020   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Ahora me gozo, no porque hayáis sido entristecidos, sino porque fuisteis entristecidos para arrepentimiento, porque habéis sido entristecidos según Dios, para que ninguna pérdida padecierais por nuestra parte. La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. 2 Corintios 7:9-10


Reflexión

Llevaba allí cuarenta y nueve años, casi medio siglo, descansando sobre blandas arenas, recostado sobre un flanco en medio del silencio y de la oscuridad. Dentro de él estaban los cuerpos de cincuenta marinos alemanes: la tripulación completa. ¿Qué era? Un submarino alemán de 80 metros de eslora, identificado como U-1226. Fue hundido en acción de guerra frente a las costas del Canadá, y fue descubierto casi medio siglo después. Lo halló el buceador Edward Michaud el 5 de junio de 1993.

El submarino debió de haber sufrido uno de los tantos dramas del mar que en su caso se tradujo en tragedia. Navegando frente a la costa atlántica del Canadá, fue cañoneado en octubre de 1944. Se hundió lenta e irremisiblemente, transformándose en la sepultura de sus cincuenta tripulantes. Pronto lo rodearon el silencio, la oscuridad y la eterna calma del fondo de los mares. Fue un final trágico para esos cincuenta hombres. No hubo forma de salvarse. Eran prisioneros dentro del casco de acero que terminó siendo su sepultura. Así es la guerra, y así es la vida también.

¿Qué hace uno cuando, aunque no se encuentre dentro de un submarino hundido, de todos modos se encuentra dentro de una situación adversa que parece tragárselo vivo? Ve uno, poco a poco, hundirse su vida en el mar de la desesperación y no hay nada que puede hacer para detener el naufragio. ¿Qué hace uno? ¿A quién acude? ¿Hay alguna solución? En la mayoría de las ocasiones parece no haberla. Todas las puertas están cerradas y no hay escape. Es en esos momentos y para esas situaciones, que tenemos que deponer nuestro orgullo y confesarle a Dios nuestra inhabilidad. La obstinación es nuestro enemigo número uno, debido a que no nos deja encontrar a Jesús. Es Él quien puede librarnos del naufragio y por lo tanto es Él quien nos busca y llama. Extiende sus preciosas manos hacia la oscuridad donde nos encontramos y nos trae a su luz admirable.

Mis queridos hermanos y amigos, humillémonos ante nuestro Creador. Dios nos ama y nos atrae hacia Él con un llamado tierno y amoroso. Nuestro Señor murió en una cruz para rescatarnos de nuestra esclavitud del pecado y nos ofrece a cambio su santidad, sin la cual nadie verá a Dios. Jesús, desde esa cruz hace más de 2,000 años nos cursa una invitación que conviene aceptar: "Te cambio tu pecado por mi santidad".

Que Dios te bendiga