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¡No le eches la culpa a la lechuga!

Publicación:  lunes 16 diciembre 2024   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 1 Corintios 3:8


Reflexión

Una noche, varios estudiantes esparcieron queso Limburgo sobre el labio superior de un compañero de cuarto mientras éste dormía. Al despertarse, el joven sintió el mal olor y exclamó: “¡Esta habitación huele mal!” Se asomó al pasillo y dijo: “¡El pasillo huele mal!” Saliendo del dormitorio dijo: “¡El mundo entero huele mal!”

¿Cuánto tiempo tardó en darse cuenta de que el problema estaba debajo de su nariz?

Es fácil, y hasta nos resulta natural, encontrar defectos en el mundo que nos rodea y seguir ciegos a la manera en que contribuimos al problema. ¿Seremos nosotros el problema?

Cuando plantamos lechuga y no crece bien, no le echemos la culpa a la lechuga, sino que busquemos las razones por las cuales no está creciendo bien. Tal vez necesite fertilizante, o más agua, o menos sol.

Mis queridos hermanos y amigos, la lechuga y el estudiante nos enseñan una verdad contrapuesta. El estudiante percibió el mal olor y lo atribuyó a todo lo demás excepto a él mismo, la lechuga fue sembrada y no creció bien, pero no fue su culpa sino del sembrador. En la vida a menudo se nos presentan situaciones desagradables que hemos provocado nosotros mismos y que rápidamente atribuimos a otros. Pensamos que el mal olor está en los demás y que la lechuga es culpable, no el sembrador. ¿Cuanto sufrimiento nos ahorraríamos si corrigiéramos nuestros malos olores y proporcionásemos buena tierra para la lechuga? No nos equivoquemos, no se trata de culparnos si no de corregirnos.

Que Dios te bendiga