Lectura de hoy
A mi vecino
Mateo 7:12
Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced...
REFLEXIÓN
Cuenta un amigo la siguiente historia: Una noche vino un hombre a nuestra casa y me dijo:...
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Estudio Bíblico de la semana
¡No le eches la culpa a la lechuga!
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Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 1 Corintios 3:8
Reflexión
Una noche, varios estudiantes esparcieron queso Limburgo sobre el labio superior de un compañero de cuarto mientras éste dormía. Al despertarse, el joven sintió el mal olor y exclamó: “¡Esta habitación huele mal!” Se asomó al pasillo y dijo: “¡El pasillo huele mal!” Saliendo del dormitorio dijo: “¡El mundo entero huele mal!”
¿Cuánto tiempo tardó en darse cuenta de que el problema estaba debajo de su nariz?
Es fácil, y hasta nos resulta natural, encontrar defectos en el mundo que nos rodea y seguir ciegos a la manera en que contribuimos al problema. ¿Seremos nosotros el problema?
Cuando plantamos lechuga y no crece bien, no le echemos la culpa a la lechuga, sino que busquemos las razones por las cuales no está creciendo bien. Tal vez necesite fertilizante, o más agua, o menos sol.
Mis queridos hermanos y amigos, la lechuga y el estudiante nos enseñan una verdad contrapuesta. El estudiante percibió el mal olor y lo atribuyó a todo lo demás excepto a él mismo, la lechuga fue sembrada y no creció bien, pero no fue su culpa sino del sembrador. En la vida a menudo se nos presentan situaciones desagradables que hemos provocado nosotros mismos y que rápidamente atribuimos a otros. Pensamos que el mal olor está en los demás y que la lechuga es culpable, no el sembrador. ¿Cuanto sufrimiento nos ahorraríamos si corrigiéramos nuestros malos olores y proporcionásemos buena tierra para la lechuga? No nos equivoquemos, no se trata de culparnos si no de corregirnos.
Que Dios te bendiga
¿Cuánto tiempo tardó en darse cuenta de que el problema estaba debajo de su nariz?
Es fácil, y hasta nos resulta natural, encontrar defectos en el mundo que nos rodea y seguir ciegos a la manera en que contribuimos al problema. ¿Seremos nosotros el problema?
Cuando plantamos lechuga y no crece bien, no le echemos la culpa a la lechuga, sino que busquemos las razones por las cuales no está creciendo bien. Tal vez necesite fertilizante, o más agua, o menos sol.
Mis queridos hermanos y amigos, la lechuga y el estudiante nos enseñan una verdad contrapuesta. El estudiante percibió el mal olor y lo atribuyó a todo lo demás excepto a él mismo, la lechuga fue sembrada y no creció bien, pero no fue su culpa sino del sembrador. En la vida a menudo se nos presentan situaciones desagradables que hemos provocado nosotros mismos y que rápidamente atribuimos a otros. Pensamos que el mal olor está en los demás y que la lechuga es culpable, no el sembrador. ¿Cuanto sufrimiento nos ahorraríamos si corrigiéramos nuestros malos olores y proporcionásemos buena tierra para la lechuga? No nos equivoquemos, no se trata de culparnos si no de corregirnos.
Que Dios te bendiga