Lectura de hoy

Ángel de la muerte

Eclesiastés 7:14

En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto...

REFLEXIÓN

En cierta ocasión, el amo de una viña grande mandó a uno de sus mejores criados a realizar...

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Antídoto

Publicación:  jueves 4 marzo 2021   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:23


Reflexión

Cuenta el doctor Daniel Netzlaff la siguiente historia:
Estaba haciendo mis prácticas veterinarias para egresar de la universidad en una hacienda ganadera a dos horas del pueblo más cercano.

Un día regresaba de la ciudad acompañado del administrador y al llegar a la hacienda vino rápidamente un vaquero a comentarle a su patrón que una víbora había mordido a uno de los empleados. Rápidamente el administrador preguntó al vaquero si le había colocado la inyección de suero antiofídico que tenía en el depósito, el vaquero respondió que no lo había hecho pero que había entregado la cajita con el antídoto, en las manos del hombre que fue mordido por la serpiente, pues él no sabía poner la inyección. Esa fue la razón por la cual le pidió a otro empleado llevarlo en el tractor al hospital más cercano. El viaje en tractor podía durar unas 4 horas.

El administrador me pidió que lo acompañara a ver al trabajador. Cuando llegamos al hospital, preguntamos por la persona que había sufrido la mordedura de serpiente. Inmediatamente vino el médico que lo había atendido a decirnos que esta persona había fallecido, pero lo que él no podía comprender era cómo esta persona había llegado al hospital con el suero antiofídico en la mano.

Preguntó al hombre que había sido víctima de la víbora, ¿porqué no te pusiste el suero antiofidico? a lo cual el trabajador ya temblando, con la respiración irregular y el corazón acelerado debido al veneno de la serpiente, le respondió: “no sabía cómo ponerlo”.

El médico le dijo: - Pero ahí en la cajita está el papelito con las recomendaciones de cómo usarlo y el trabajador le respondió que "no se dio el lujo de leerla". Algunos minutos más tarde falleció, teniendo la vida en sus manos no la usó.

Mis queridos hermanos y amigos, cuantas veces simplemente ignoramos u olvidamos que tenemos a nuestro alcance el perfecto antídoto para dar vida a lo que se cree perdido. Tenemos la vida en nuestras manos, usémosla. No permitamos que el “veneno” de la incredulidad y del pecado se extienda en el alma. Apliquemos hoy una dosis de vida en nuestro corazón… entreguemos nuestra vida a Aquel que da vida… a Jesús.

Que Dios te bendiga