Lectura de hoy
Ventaja
2 Corintios 12: 9-10
Y me ha dicho:«Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Por...
REFLEXIÓN
Este relato se trata de la hija de 10 años de un hombre, llamada Sara, quien nació sin un...
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Estudio Bíblico de la semana
A.02.- Creación vs evolución
Este estudio demuestra que la hipótesis de la evolución es falsa y que todo indica que la creación biblica es verdadera. ... |
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He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis?
Otra vez abriré camino en el desierto y ríos en la tierra estéril. Isaías 43:19
Reflexión
Cuenta un hombre la siguiente historia:
En el periódico local de mi ciudad salió el siguiente anuncio clasificado: "¿Existe algún lugar en el que podamos pedir prestado a un niñito de tres o cuatro años de edad para las fiestas de Navidad? Tenemos un lindo hogar y nos ocuparíamos muy bien de él, devolviéndolo sano y salvo. Nosotros tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse, y lo extrañamos mucho cuando llega la Navidad." -N. M
Al leer este anuncio, algo sucedió dentro de mí. Por primera vez desde la muerte de mi esposa, pensé en el dolor como si le perteneciera a alguien más. Leí y releí este anuncio. Algunos meses antes mi esposa había muerto. Lleno de dolor, había tomado a mi pequeño hijo y me había mudado al pueblito donde nací.
Empecé a trabajar para mantener a mi hijo y ya el tiempo había ayudado a borrar algunas cicatrices de mi corazón. Pero en ciertas ocasiones, el dolor regresaba y la soledad me agobiaba; especialmente para los cumpleaños, nuestro aniversario de bodas y las fiestas.
Esta Navidad en especial, el antiguo dolor había comenzado a revivir cuando mis ojos avistaron el anuncio en el periódico. "Nosotros tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse y lo extrañamos mucho..."
Yo también sabía lo que significaba el sentimiento de una pérdida, pero tenía a mi pequeño hijo. Sabía cuán triste podía ser el resplandor de la Navidad a no ser que se refleje en los ojos de un niño.
Respondí al anuncio. El remitente era una viuda que vivía con su madre. Había perdido a su adorado esposo y a su pequeño hijo el mismo año.
Esa Navidad, mi hijo y yo compartimos un día alegre con la viuda y su madre. Juntos, reencontramos una felicidad que, dudábamos, podía regresar.
Pero lo mejor de todo eso fue que desde entonces he podido conservar esa alegría a través de los años y durante todas las Navidades: la mujer que escribió esa carta, meses después se convirtió en mi esposa.
Mis queridos hermanos y amigos, no podemos perder nuestra capacidad de sorpresa con las cosas que hace nuestro Señor. Cuando vienen eventos tristes a nuestra vida y pensamos que vamos cuesta abajo, el Eterno, que todo lo sabe y todo lo ve, ya tiene los eventos listos para que se cumpla Su propósito en nosotros. Confiemos en Su providencia y descansemos en Él.
Que Dios te bendiga
En el periódico local de mi ciudad salió el siguiente anuncio clasificado: "¿Existe algún lugar en el que podamos pedir prestado a un niñito de tres o cuatro años de edad para las fiestas de Navidad? Tenemos un lindo hogar y nos ocuparíamos muy bien de él, devolviéndolo sano y salvo. Nosotros tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse, y lo extrañamos mucho cuando llega la Navidad." -N. M
Al leer este anuncio, algo sucedió dentro de mí. Por primera vez desde la muerte de mi esposa, pensé en el dolor como si le perteneciera a alguien más. Leí y releí este anuncio. Algunos meses antes mi esposa había muerto. Lleno de dolor, había tomado a mi pequeño hijo y me había mudado al pueblito donde nací.
Empecé a trabajar para mantener a mi hijo y ya el tiempo había ayudado a borrar algunas cicatrices de mi corazón. Pero en ciertas ocasiones, el dolor regresaba y la soledad me agobiaba; especialmente para los cumpleaños, nuestro aniversario de bodas y las fiestas.
Esta Navidad en especial, el antiguo dolor había comenzado a revivir cuando mis ojos avistaron el anuncio en el periódico. "Nosotros tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse y lo extrañamos mucho..."
Yo también sabía lo que significaba el sentimiento de una pérdida, pero tenía a mi pequeño hijo. Sabía cuán triste podía ser el resplandor de la Navidad a no ser que se refleje en los ojos de un niño.
Respondí al anuncio. El remitente era una viuda que vivía con su madre. Había perdido a su adorado esposo y a su pequeño hijo el mismo año.
Esa Navidad, mi hijo y yo compartimos un día alegre con la viuda y su madre. Juntos, reencontramos una felicidad que, dudábamos, podía regresar.
Pero lo mejor de todo eso fue que desde entonces he podido conservar esa alegría a través de los años y durante todas las Navidades: la mujer que escribió esa carta, meses después se convirtió en mi esposa.
Mis queridos hermanos y amigos, no podemos perder nuestra capacidad de sorpresa con las cosas que hace nuestro Señor. Cuando vienen eventos tristes a nuestra vida y pensamos que vamos cuesta abajo, el Eterno, que todo lo sabe y todo lo ve, ya tiene los eventos listos para que se cumpla Su propósito en nosotros. Confiemos en Su providencia y descansemos en Él.
Que Dios te bendiga