Lectura de hoy

Como los árboles de California

1 Corintios 12:26-27

Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos...

REFLEXIÓN

Aunque nunca he visto los árboles Sequoia de California, conocidos como los "Redwoods", me...

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Estudio Bíblico de la semana

F.06.- Comunión con Dios

Lecturas Estudio sobre nuestra comunión con Dios. ...

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Publicación:  viernes 2 diciembre 2016   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis?
Otra vez abriré camino en el desierto y ríos en la tierra estéril.
Isaías 43:19


Reflexión

Cuenta un hombre la siguiente historia:
En el periódico local de mi ciudad salió el siguiente anuncio clasificado: "¿Existe algún lugar en el que podamos pedir prestado a un niñito de tres o cuatro años de edad para las fiestas de Navidad? Tenemos un lindo hogar y nos ocuparíamos muy bien de él, devolviéndolo sano y salvo. Nosotros tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse, y lo extrañamos mucho cuando llega la Navidad." -N. M

Al leer este anuncio, algo sucedió dentro de mí. Por primera vez desde la muerte de mi esposa, pensé en el dolor como si le perteneciera a alguien más. Leí y releí este anuncio. Algunos meses antes mi esposa había muerto. Lleno de dolor, había tomado a mi pequeño hijo y me había mudado al pueblito donde nací.

Empecé a trabajar para mantener a mi hijo y ya el tiempo había ayudado a borrar algunas cicatrices de mi corazón. Pero en ciertas ocasiones, el dolor regresaba y la soledad me agobiaba; especialmente para los cumpleaños, nuestro aniversario de bodas y las fiestas.

Esta Navidad en especial, el antiguo dolor había comenzado a revivir cuando mis ojos avistaron el anuncio en el periódico. "Nosotros tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse y lo extrañamos mucho..."

Yo también sabía lo que significaba el sentimiento de una pérdida, pero tenía a mi pequeño hijo. Sabía cuán triste podía ser el resplandor de la Navidad a no ser que se refleje en los ojos de un niño.

Respondí al anuncio. El remitente era una viuda que vivía con su madre. Había perdido a su adorado esposo y a su pequeño hijo el mismo año.

Esa Navidad, mi hijo y yo compartimos un día alegre con la viuda y su madre. Juntos, reencontramos una felicidad que, dudábamos, podía regresar.

Pero lo mejor de todo eso fue que desde entonces he podido conservar esa alegría a través de los años y durante todas las Navidades: la mujer que escribió esa carta, meses después se convirtió en mi esposa.

Mis queridos hermanos y amigos, no podemos perder nuestra capacidad de sorpresa con las cosas que hace nuestro Señor. Cuando vienen eventos tristes a nuestra vida y pensamos que vamos cuesta abajo, el Eterno, que todo lo sabe y todo lo ve, ya tiene los eventos listos para que se cumpla Su propósito en nosotros. Confiemos en Su providencia y descansemos en Él.

Que Dios te bendiga