Lectura de hoy

El joven y el paracaĆ­das

Deuteronomio 31:8

Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará ni te desamparará. No temas...

REFLEXIÓN

Un joven turista se encontraba en las playas de Cancún y era la primera vez que subiría...

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El ladrillazo

Publicación:  lunes 3 junio 2024   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a visitarme.
Entonces ellos le preguntaron: Señor, ¿cuando te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?
El Rey les contestó: Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.
Mateo 25:42-45


Reflexión

Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su auto Jaguar último modelo. Manejaba con precaución para no atropellar a un chico que estaba cruzando la calle sin mirar. Al bajar la velocidad sintió un estruendoso golpe en la puerta y al bajarse, vio que un ladrillo le había estropeado la pintura, la carrocería y el vidrio de la puerta de su lujoso auto.

Acto seguido se subió a su auto, dio un brusco giro de 180 grados y regresó a toda velocidad a donde vio salir el ladrillo que acababa de desgraciar lo hermoso que lucía su exótico auto.

Salió del vehículo de un brinco y agarró por los brazos a un niño y empujándolo hacia un auto estacionado le gritó a toda voz:

¿Qué rayos fue eso? ¿Quién eres tu? ¿Qué crees que hiciste con mi auto?

Y enfurecido casi botando humo, continuó gritándole al chiquillo: !Es un auto nuevo y ese ladrillo que lanzaste va a costarte caro! ¿Por qué hiciste eso?

Por favor, Señor, por favor. Lo siento mucho! no sé que hacer, suplicó el chiquillo. Le lancé el ladrillo porque nadie se detenía. Lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el suelo, mientras señalaba hacia el lado del auto estacionado.

Es mi hermano, le dijo. Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo y no puedo levantarlo.

Sollozando el chiquillo le preguntó al ejecutivo: ¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado y pesa mucho para mí solito. Soy pequeño.

Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo, el ejecutivo tragó grueso el taco que se le formó en su garganta. Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo y lo sentó en su silla nuevamente sacando su pañuelo de seda para limpiar un poco las cortaduras y lo sucio que tenía sobre las heridas del hermano de aquel chiquillo especial. Luego de verificar que se encontraba bien, miró y el chiquillo le dio las gracias con una sonrisa que nadie tiene posibilidad de describir.

"Dios lo bendiga, señor... y muchas gracias" le dijo.

El hombre vio como se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a su humilde casita.

El ejecutivo no reparó la puerta del auto manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo, para recordarle el no ir por la vida tan de prisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención.

Mis queridos hermanos y amigos, nuestro Señor nos susurra suave y tiernamente en el alma y en el corazón, a través de su Espíritu Santo. En algunas ocasiones tiene que lanzarnos un ladrillo a ver si le prestamos atención. Nosotros elegimos, escuchamos el susurro... o el ladrillazo.

Que Dios te bendiga