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REFLEXIÓN

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F.03.- La Intercesión

Lecturas Estudio que se ocupa de contestar a la pregunta ¿Cómo le pido a Dios? ...

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La mansión de mi tía Eva, por el hermano Pablo

Publicación:  martes 9 mayo 2023   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis. Juan 14:2-3


Reflexión

Sucedió en el año 1951 y la impresión que me dejó nunca la he podido olvidar. Mi esposa y yo estábamos de visita en casa de un tío mío a quien no habíamos visto por años. Su esposa, mi tía Eva, estaba enferma con una de las más temibles de las enfermedades: cáncer. Ella ya había sufrido una cirugía, pero debido a su condición avanzada, no habían podido detener la enfermedad.

Durante mi visita, que duró una semana, ella nunca dio indicios de dolor. Al contrario, se reía con frecuencia y hacía sus quehaceres con alegría.

Un día le pregunté a mi tío cómo podía ella mostrar tanta conformidad con una enfermedad así.

- Parece, Pablo —me contestó—, que ella vive en otro mundo. Está muy grave y tiene dolor constante, pero nunca se queja, ni cuando estamos solos. Es más bien una muy viva y genuina esperanza lo que ella tiene.

Ante eso, le pregunté:

- ¿Acaso cree ella que se va a sanar?

- ¡Oh, no! —me contestó—. Al contrario, ella sabe que va a morir. Su esperanza consiste en la otra vida. Tiene una especie de ansia de morir: como quien va de vacaciones y no se aguanta, porque está llegando la hora de partir.

Eso me dejó hasta débil. Yo sabía a qué esperanza se refería él, pero nunca la había sentido tan de primera mano, especialmente en mi propia familia.

El día que partimos, ellos estaban en la puerta, dándonos el último adiós. De repente, mi tía dijo:

- Pablo, quisiera cantarles algo antes de que se vayan.

Ella no tenía voz de cantante, pero tenía un canto en el corazón, así que comenzó a entonar esta canción: «Yo tengo mi mansión, al otro lado del río. / Mi Cristo me espera con anhelo. / Por eso no estoy triste, aunque sigo sufriendo. / Porque yo sé que pronto tendré mi recompensa.»

Cuando ella terminó de cantar, yo tenía un gran nudo en la garganta. Sentí que ese adiós era de veras el último. Di la vuelta para ocultar la emoción que me embargaba, abordamos nuestro vehículo y partimos. A los seis meses, mi tía Eva murió, es decir, partió. Porque para una persona con una fe tan viva, no hay muerte; sólo traslado.

Mis queridos hermanos y amigos, Dios nos creó a todos para ser eternos y desea que pasemos la eternidad con Él. Esa esperanza puede ser también nuestra. Por eso el apóstol Pablo escribió a la iglesia en Filipos: «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia».

Jesús nos ofrece a todos la vida eterna. Aceptemos esta fuente de esperanza y vivamos sabiendo que tenemos vida después de la vida.

Que Dios te bendiga