Lectura de hoy
Tapices centenarios
Filipenses 1:6
…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará...
REFLEXIÓN
Los tapices españoles son muy famosos desde 1721. La calidad de las composiciones convierte...
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Estudio Bíblico de la semana
A.04.- Siguiendo a Jesús
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Este estudio nos lleva a reflexionar sobre la verdadera naturaleza del cristianismo como una forma de vida. ... |
Las tres fuentes
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También Juan bautizaba en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas. Y la gente llegaba y se bautizaba, pues aún no habían encarcelado a Juan.
Entonces se produjo una discusión entre los discípulos de Juan y algunos judíos acerca de la purificación. Y vinieron a Juan y le dijeron:
—Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, él también bautiza, y todos van a él.
Respondió Juan:
—No puede el hombre recibir nada a menos que le sea dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él”. El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, el que está a su lado y lo oye, se goza grandemente de la voz del esposo. Por eso, mi gozo está completo. Es necesario que él crezca, y que yo disminuya. Juan 3:23-30
Reflexión
En una fría noche de tormenta, un viajero buscó hospedaje en una humilde casa. En ella vivían tres hermanos que compartieron con él un plato de sopa y un pedazo de pan. Después de comer le prepararon un lugar junto al fuego y le dieron unas mantas para que pudiera descansar y reponerse hasta que pasara el mal tiempo. El viajero pudo secar sus ropas y recuperar las fuerzas necesarias para seguir su camino.
A la mañana siguiente, antes de proseguir con su viaje, entregó a los hermanos tres fuentes: una de metal dorado, otra de cristal y la tercera tallada en madera. "Es lo único que tengo para ofrecerles y me da mucho gusto que ustedes las tengan, dijo el viajero. Los hermanos agradecieron y ni bien el hombre se hubo marchado, el mayor de ellos tomó la fuente dorada para sí, el segundo la de cristal y el más pequeño se quedó con la de madera.
Pasaron los años y el viajero volvió a encontrar en su camino aquella cabaña en la cual se había refugiado. Quiso saber qué había sido de esos tres hermanos que tan gentilmente lo habían ayudado. Se acercó a la puerta, golpeó y esperó unos minutos. Al abrirse la puerta, pudo reconocer al menor de los tres hermanos, que lo invitó a pasar y le ofreció algo para tomar. Le contó que los otros dos hermanos ya no vivían más con él porque se habían casado. El viajero tomó asiento y se sorprendió cuando descubrió que en el centro de la mesa estaba la fuente de madera llena de frutas secas. No pudo aguantar las ganas y le preguntó por el destino de las otras dos.
"La fuente dorada hace tiempo que perdió su brillo y por más que lo intentamos, nunca pudimos limpiarla. No sé adónde habrá ido a parar. La de cristal se rompió al lavarla. La única que nos queda y sigue siendo de gran utilidad, es la de madera. Cuando usted se fue, mis hermanos eligieron cada uno una fuente y yo pensé que me había tocado la peor. El paso del tiempo me enseñó que me había equivocado, aquella fuente que parecía la más insignificante, fue la que más sirvió y perduró en el tiempo.
Mis queridos hermanos y amigos, es curioso que lo que consideramos de menor valor es precisamente lo que permanece en el tiempo. Cuando sobrevaloramos nuestro yo, lo convertimos en fuentes de oro o de cristal y es precisamente eso lo que debemos evitar. Ambas terminan por perder su brillo o quebrarse y nuestro yo también. Achiquemos nuestro gigante “ego” y hagamos como aconseja la Palabra, disminuyamos para que Él crezca.
Que Dios te bendiga
A la mañana siguiente, antes de proseguir con su viaje, entregó a los hermanos tres fuentes: una de metal dorado, otra de cristal y la tercera tallada en madera. "Es lo único que tengo para ofrecerles y me da mucho gusto que ustedes las tengan, dijo el viajero. Los hermanos agradecieron y ni bien el hombre se hubo marchado, el mayor de ellos tomó la fuente dorada para sí, el segundo la de cristal y el más pequeño se quedó con la de madera.
Pasaron los años y el viajero volvió a encontrar en su camino aquella cabaña en la cual se había refugiado. Quiso saber qué había sido de esos tres hermanos que tan gentilmente lo habían ayudado. Se acercó a la puerta, golpeó y esperó unos minutos. Al abrirse la puerta, pudo reconocer al menor de los tres hermanos, que lo invitó a pasar y le ofreció algo para tomar. Le contó que los otros dos hermanos ya no vivían más con él porque se habían casado. El viajero tomó asiento y se sorprendió cuando descubrió que en el centro de la mesa estaba la fuente de madera llena de frutas secas. No pudo aguantar las ganas y le preguntó por el destino de las otras dos.
"La fuente dorada hace tiempo que perdió su brillo y por más que lo intentamos, nunca pudimos limpiarla. No sé adónde habrá ido a parar. La de cristal se rompió al lavarla. La única que nos queda y sigue siendo de gran utilidad, es la de madera. Cuando usted se fue, mis hermanos eligieron cada uno una fuente y yo pensé que me había tocado la peor. El paso del tiempo me enseñó que me había equivocado, aquella fuente que parecía la más insignificante, fue la que más sirvió y perduró en el tiempo.
Mis queridos hermanos y amigos, es curioso que lo que consideramos de menor valor es precisamente lo que permanece en el tiempo. Cuando sobrevaloramos nuestro yo, lo convertimos en fuentes de oro o de cristal y es precisamente eso lo que debemos evitar. Ambas terminan por perder su brillo o quebrarse y nuestro yo también. Achiquemos nuestro gigante “ego” y hagamos como aconseja la Palabra, disminuyamos para que Él crezca.
Que Dios te bendiga