Lectura de hoy
Un estado de actitud
Romanos 8:28
Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a...
REFLEXIÓN
Cecilia se quejaba todo el tiempo de que no ganaba suficiente dinero, de que no podía comprar...
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Estudio Bíblico de la semana
A.16.- Los pactos, antiguo y nuevo
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El presente estudio analiza los dos pactos, el realizado por Dios con el pueblo de Israel y el nuevo pacto establecido por Jesús en la cruz. ... |
Mi Padre
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Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios… 1 Juan 3:1
Reflexión
Se cuenta que un hombre llamado Ed Farell, viajó desde su hogar en Detroit para pasar dos semanas de vacaciones en Irlanda, a fin de celebrar los ochenta años de su tío. Al amanecer del gran día, Ed y su tío se levantaron temprano para ver salir el sol.
Caminaron por la orilla del lago Killarney, encantados con la hierba de color verde esmeralda y las cristalinas y azules aguas. Durante veinte minutos contemplaron juntos la escena en silencio.
Entonces, el tío comenzó a hacer algo poco típico en un hombre de ochenta años: Comenzó a brincar por la orilla del lago sonriendo como un escolar enamorado. Ed iba jadeando mientras trataba de alcanzarlo.
- Tío Seamus, te ves muy feliz. ¿Me quieres decir por qué?
- Sí -le dijo el anciano, mientras le rodaban las lágrimas por las mejillas-. Verás: el Padre me quiere mucho. Ah, mi Padre me quiere muchísimo.
Ed se quedó en una pieza mientras observaba a su anciano tío disfrutar de la relación que tenía con su Padre celestial.
Mis queridos hermanos y amigos, así sucede en nuestra vida: Nuestro Padre Celestial nos quiere muchísimo. Esta es la comunión que puede hacer reír, llorar y danzar a un corazón de ochenta años por el simple gozo de saberse amado. El tema aquí es que no fuimos hechos para la soledad; fuimos hechos para esa clase de gozo. ¡Disfrutémoslo!
Que Dios te bendiga
Caminaron por la orilla del lago Killarney, encantados con la hierba de color verde esmeralda y las cristalinas y azules aguas. Durante veinte minutos contemplaron juntos la escena en silencio.
Entonces, el tío comenzó a hacer algo poco típico en un hombre de ochenta años: Comenzó a brincar por la orilla del lago sonriendo como un escolar enamorado. Ed iba jadeando mientras trataba de alcanzarlo.
- Tío Seamus, te ves muy feliz. ¿Me quieres decir por qué?
- Sí -le dijo el anciano, mientras le rodaban las lágrimas por las mejillas-. Verás: el Padre me quiere mucho. Ah, mi Padre me quiere muchísimo.
Ed se quedó en una pieza mientras observaba a su anciano tío disfrutar de la relación que tenía con su Padre celestial.
Mis queridos hermanos y amigos, así sucede en nuestra vida: Nuestro Padre Celestial nos quiere muchísimo. Esta es la comunión que puede hacer reír, llorar y danzar a un corazón de ochenta años por el simple gozo de saberse amado. El tema aquí es que no fuimos hechos para la soledad; fuimos hechos para esa clase de gozo. ¡Disfrutémoslo!
Que Dios te bendiga