Lectura de hoy

Por un simple acto

Romanos 8:28

Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a...

REFLEXIÓN

Un Día de Acción de Gracias hace muchos años, una joven familia despertó en una situación...

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Estudio Bíblico de la semana

F.03.- La Intercesión

Lecturas Estudio que se ocupa de contestar a la pregunta ¿Cómo le pido a Dios? ...

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Cuenta con tu mano

Publicación:  lunes 4 octubre 2021   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



El rey se alegra en tu poder, Jehová; y en tu salvación, ¡cómo se goza!
Le has concedido el deseo de su corazón y no le negaste la petición de sus labios, porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien; corona de oro fino has puesto sobre su cabeza.
Salmos 21:1-3


Reflexión

A la edad de treinta y dos años a Doug McKnight se le diagnosticó esclerosis múltiple. Los dieciséis años siguientes le costaron su carrera, su movilidad y finalmente la vida. Debido a la esclerosis múltiple no podía comer por sí mismo ni caminar; combatió la depresión y el temor. A través de todo esto, nunca perdió el sentido de la gratitud. La evidencia de esto es su lista de oración. Los amigos de su congregación le pidieron que compilara una lista de sus peticiones para interceder por él. Su respuesta incluía dieciocho bendiciones por las que estaba agradecido y seis preocupaciones por las cuales orar. Sus bendiciones superaban a sus necesidades por tres a una. Doug McKnight había aprendido a estar contento.

Lo mismo ocurrió con la leprosa en la isla de Tobago. Un misionero de corto plazo la conoció en un viaje misionero. En el día final, él conducía la adoración en una colonia de leprosos. Preguntó si alguien tenía una canción favorita. Cuando hizo la pregunta, una mujer se volvió y dejó ver el rostro más desfigurado que se haya visto. No tenía orejas ni nariz. Los labios habían desaparecido. Pero levantó una mano sin dedos y preguntó: «¿Podemos cantar “Cuenta las riquezas que el Señor te da”?» El misionero comenzó a cantar, pero no pudo terminar. Después alguien comentó: «Supongo que nunca podrá volver a cantar esa canción». «No» respondió, «la cantaré nuevamente, pero nunca de la forma en que lo hacía antes».

Mis queridos hermanos y amigos, ¿esperamos que un cambio de circunstancias traiga consigo un cambio en nuestra actitud? Si es así, estamos en prisión y necesitamos aprender un secreto para aligerar nuestro equipaje. Miremos nuestras manos y contemos con ellas las bendiciones que hemos recibido. Incluyamos allí, techo, comida, vestido, vida y salud nuestros y de nuestros seres queridos. Concluiremos que no nos alcanzan los dedos para contar. Son más las bendiciones que los problemas en nuestra vida. Si esto es así, como lo es, es hora de dar testimonio de las bondades de Dios, dar gracias por las bendiciones recibidas y ¡parar de quejarnos!… de una vez por todas.

Que Dios te bendiga