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Eclesiastés 7:14

En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto...

REFLEXIÓN

En cierta ocasión, el amo de una viña grande mandó a uno de sus mejores criados a realizar...

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El ángel de la cárcel

Publicación:  martes 28 septiembre 2021   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Entonces el Rey dirá a los de su derecha:“Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme”. Entonces los justos le responderán diciendo:“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”. Respondiendo el Rey, les dirá:“De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Mateo 25-34-40


Reflexión

En la celda en el extremo del pasillo oscuro apenas caben un camastro, un escritorio y una silla plegadiza. Este es el hogar de la hermana Antonia Brenner, una monja estadounidense que creció en Beverly Hills, pero abandonó una vida de lujos para vivir en una lúgubre prisión mexicana.

Sus nuevos vecinos no son astros de Hollywood sino asesinos, narcotraficantes y contrabandistas de inmigrantes. Todos la llaman el “ángel de la cárcel”. Brenner, de 79 años, parece desconcertada cuando le preguntan por qué cambió el lujo por la cárcel hace tres décadas: “No comprendo por qué se asombra la gente”, dijo. “Dar ayuda es fácil. Lo difícil es pedirla”.

Ella es una mujer menuda de apenas 1,57 metros de estatura, pero llena de energía, Brenner realiza sesiones de ayuda y presta innumerables favores a los 7.100 presos de la cárcel de La Mesa, situada al otro lado de la frontera de San Diego, California. Les trae vendas, jabón y medicamentos y lleva mensajes a los familiares fuera de los altos muros de la prisión. Brenner sabe cuidar a la gente porque ella crió a siete hijos.

A los 50 años, cambió sus vestidos y su casa espaciosa por un hábito de confección casera y una cárcel donde las condiciones han provocado motines, tres de los cuales ayudó a que llegaran a un final feliz. “Soy eficaz en los motines porque no tengo miedo, oro y entro”, dijo. “Entra una mujer de velo blanco, alguien que ellos saben que los ama. Entonces se hace silencio, vienen las explicaciones y se deponen las armas”.

Su obra ha sido ampliamente reconocida y este mes fue incorporada al Salón de la Fama de los Estadounidenses que Ayudan, con sede en Washington. Entre sus admiradores hay directores y guardas de cárceles.

“Los directores pasan, yo también pasaré, pero la madre Antonia siempre estará aquí”, dijo José Francisco Giménez Gómez, director de la cárcel desde hace un año y medio. “Ella es como un rayo de sol”.

La luz en su celda diminuta entra por dos ventanas con vista a una torre de vigilancia y una cerca de alambre de púas. Una sábana blanca sirve de puerta a un pequeño baño con una ducha de agua fría. Ella atraviesa la prisión, muy sonriente, saludando a presos y guardias. A muchos los besa en la mejilla y llama a todos “mi hijo”. “Todos la quieren”, dice José Luis Romero, que está cumpliendo una condena a cuatro años y medio por robar un auto. “Uno siempre se siente mejor después de verla”.

Brenner, cuyo nombre original era Mary Clarke, nació en Los Ángeles y es la segunda de tres hermanos. Su padre se hizo millonario vendiendo material de oficina a contratistas de la defensa durante la Segunda Guerra Mundial. La familia vivía en Beverly Hills y tenía una casa de verano de 11 habitaciones, con vista al mar, en Laguna Beach, al sur de Los Ángeles. Después se mudó a Ventura County, su último hogar antes de la prisión. Después de dos matrimonios que culminaron en divorcios, Brenner se dedicó a las obras de caridad. “Finalmente todo se acaba, tu dinero, tu enfermedad, tu familia, tu tiempo en la cárcel”, dice ella en un español impecable a una veintena de presos vestidos de gris. “Lo único que no se acaba es el amor de Cristo por ti”.

Mis queridos hermanos y amigos, ejemplos como el de Antonia Brenner nos enrojecen la cara de vergüenza. Ella y los que se le parecen, en verdad llevan la misión de amar al prójimo al siguiente nivel. Partiendo de lo que hoy hacemos por nuestro prójimo tomemos la decisión de hacer un poco más. El mundo está lleno de gente hambrienta, sedienta, desnuda, enferma o presa en las prisiones donde los hemos colocado después de haberlos marginado por años. El cristianismo es una “religión” que nos invita a movernos, a seguir a un líder que se movió en amor e hizo lo impensable, dio su vida por nosotros siendo Dios. Por eso nos llamamos cristianos, porque seguimos a Cristo; consecuentemente debemos hacer lo que Él hizo, negarnos en favor de otros. Si deseamos una definición de amor, allí la tenemos.

Que Dios te bendiga