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Simón Rodia

Publicación:  jueves 1 julio 2021   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿qué es lo primero que hace? Pues se sienta a pensar cuánto va a costarle, para ver si tiene suficiente dinero. Porque si empieza a construir la torre y después no tiene dinero para terminarla, la gente se burlará de él. Todo el mundo dirá:” ¡Qué tonto eres! Empezaste a construir la torre, y ahora no puedes terminarla”. Lucas 14:28-30


Reflexión

Nacido en Italia el 15 de Abril de 1875, Sabato "Simón" Rodia fue un trabajador de la construcción que emigró a los Estados Unidos con solo 15 años de edad. En 1920, se estableció en Los Ángeles y allí comenzó a dar forma una idea que le rondaba por la cabeza.

A finales del mismo año firmó las escrituras de propiedad de un modesto terreno perdido en la periferia de la ciudad, en el distrito de Watts, iniciando así su sueño y recordando de manea especial aquel día:  “Hacía un calor insoportable. Me abaniqué con los documentos que acababa de firmar ante el notario. Parecía el fin del mundo”. 

Por esa razón aquel día, además de encerrar un enorme significado sentimental para su vida, sería inolvidable. Ese terreno abandonado se convertiría algún día en un lugar famoso gracias a su plan de construir en él unas torres.

Un año después, comenzó la construcción de sus torres durante su tiempo libre. Trabajaba febrilmente, de día y de noche, sin ceder al cansancio. Lo hizo así por espacio de treinta y tres años. Construyó dos torres enormes. Utilizó desde cristales rotos y cerámicas hasta botellas y setenta mil conchas de mar. Toda una obra de arte.

Simón Rodia vio coronados sus anhelos. Otros habrían desistido en el primer intento, él no, siguió firme, hasta el final. Había medido cuidadosamente el alcance de su proyecto. Todo lo había calculado cuidadosamente. En el año 1954 terminó sus torres. Las llamó originalmente “Nuestro pueblo”, hoy en día se llaman "Las torres Watts", y desde 1990 es monumento histórico nacional de los Estados Unidos.

Mis queridos hermanos y amigos, es muy probable que podamos recordar el sin número de veces en que conceptualizamos una idea pero, habiéndola puesto en marcha con nuestras propias fuerzas y capacidades, terminó en fracaso. Es probable que hayamos aprendido entonces una lección que en lo sucesivo no podemos desconocer. Un principio de vida cristiana práctica es calcular cada paso que vamos a dar. Lo mejor, para no equivocarnos, es someter a Dios nuestros proyectos e iniciativas. Cuando vemos que las cosas fluyen armoniosamente entonces comprendemos que el proyecto es de Él. Cuando no, es porque Él cerró la puerta. Generalmente cuando Dios nos cierra una puerta insistimos nosotros en abrirla, aunque sea a patadas, y no nos damos cuenta que hay otra puerta que Él abrió justo detrás de nosotros. Vivamos en la voluntad de Dios y no en la nuestra, por que la suya es buena, agradable y perfecta.

Que Dios te bendiga