Lectura de hoy

Ángel de la muerte

Eclesiastés 7:14

En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto...

REFLEXIÓN

En cierta ocasión, el amo de una viña grande mandó a uno de sus mejores criados a realizar...

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Lecturas Estudio detallado del fruto del Espíritu Santo y su significado en la vida del creyente ...

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Fin de la pelea

Publicación:  martes 25 mayo 2021   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Mateo 5:44-48


Reflexión

El titular del periódico decía: No hay fin al ciclo de venganza en el Medio Oriente. A raíz de bombardeos suicidas y represalias militares, el artículo hablaba de un hombre de 28 años consumido por la venganza de la muerte de su tío. «Cuando matan a alguien a quien tú quieres –dijo– no puedes dormir; tienes que hacer algo.» Pero incluso después de matar a dos hombres a quienes él consideraba enemigos, todavía no se sentía satisfecho. El artículo periodístico finalizaba diciendo: "Nadie puede ganar tratando de empatar"

Mis queridos hermanos y amigos, la sed de venganza proviene del veneno del rencor. Este veneno carcome y pudre la existencia del hombre. Curiosamente, pese a que nos daña tanto, nos rehusamos a dejarlo ir. ¿Perdonar? decimos, de ninguna manera. La persona que es destinataria de nuestro rencor no sufre daño por él mientras que nosotros que lo sentimos nos vamos consumiendo hasta que no queda nada. Hagamos un buen negocio, librémonos de nuestro rencor y perdonemos. Ahora mismo, hagamos un inventario de nuestras heridas y expresemos a viva voz nuestro perdón. Eso nos libera y trae paz a la vez que cumplimos con un mandato de nuestro Señor. Él nos quiere ver en paz y nosotros queremos estar en ella. Para ser como Jesús hay que perdonar como Él lo hizo.

Que Dios te bendiga