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Casa nueva, vida nueva, muerte vieja

Publicación:  martes 6 abril 2021   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Porque para todo lo que quieras hay un tiempo y un cómo, aunque el gran mal que pesa sobre el hombre  es no saber lo que ha de ocurrir; y el cuándo haya de ocurrir, ¿quién se lo va a anunciar?  No hay hombre que tenga potestad sobre el aliento de vida para poder conservarlo, ni potestad sobre el día de la muerte. Eclesiastés 8:6-8


Reflexión

En la casa todo era alegría, festejo y felicidad. La casa estaba recién construida y la familia se había mudado hacía apenas tres horas. Además del festejo por la casa nueva, se brindaba por la felicidad de una pareja de recién casados.

Así mismo, en el jet de fabricación británica, todo era festejo y alegría también. El avión estaba recién reparado y volvía a la casa de su dueño, el magnate liberiano Hawker Siddeley. El ingeniero de vuelo, Joseph Dovillie, inglés de cuarenta y un años de edad, se sentía feliz también.

Pero la tragedia los envolvió a todos. El avión falló al poco tiempo del despegue. Se vino a tierra y chocó contra la casa. Diecisiete personas murieron en el accidente, entre ellos la pareja de recién casados. La casa y el avión se incendiaron y quedaron reducidos a cenizas. Todo esto ocurrió en Khartoum, Sudán, en abril de 1983.

He aquí toda una familia que celebra una doble felicidad, natural en cualquier familia: una casa nueva, recién comprada y una pareja nueva, recién casada. Y he aquí un avión jet ultramoderno, que despega airoso del aeropuerto, para realizar un viaje que se supone es de placer.

Pero en cuestión de minutos: la caída del avión, el impacto en la casa, el incendio que estalla pavoroso y ambos eventos felices que se convierten en escenas de horror y de espanto. De la felicidad más intensa se pasa, en un momento, a la desgracia, la ruina y la muerte.

Mis queridos hermanos y amigos, hay tragedias de la vida real que parece que fueran pura fantasía. Llegan a ser una acumulación de hechos y de circunstancias que parecen más propios de una película de horror que de la vida que todos suponemos debiera ser tranquila, feliz y ordenada.

¿Qué conclusión podemos sacar de esto? Una conclusión tan vieja como el hombre mismo: la muerte acecha a cada paso; por lo tanto, siempre hay que estar preparado. Hoy estamos vivos, sanos, bien provistos y felices. Mañana podemos estar enfermos, agónicos, arruinados o muertos.

¿Cuál es la actitud que nos conviene adoptar ante esta fragilidad e inseguridad de la vida humana? Estar preparados para cualquier eventualidad. Y como el Único que nos promete seguridad permanente y vida eterna es Cristo, entonces hoy, en este momento mismo, cuando el bienestar nos rodea —hoy y no mañana— es conveniente que le entreguemos nuestra vida a Cristo y lo reconozcamos como Señor y Salvador. Es hoy, no mañana.

Que Dios te bendiga