Lectura de hoy
¿Qué sucedería si Dios…?
Jeremías 33:3
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces...
REFLEXIÓN
¿Qué sucedería si Dios instalara un contestador telefónico automático en el cielo? Imaginémonos...
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Estudio Bíblico de la semana
A.03.- El Jesús histórico
Este estudio demuestra con claridad que Jesús es el Mesías esperado y el Hijo de Dios. Se citan las profecías más conocidas del Antiguo Testamento cumplidas en Jesús 400 o más años después. ... |
Raíces
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…porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces. No temerá cuando llegue el calor, sino que su hoja estará verde. En el año de sequía no se inquietará ni dejará de dar fruto. Jeremías 17:8
Reflexión
Hace algún tiempo un hombre contaba la siguiente historia.
Tiempo atrás, tenía yo un vecino que era médico, cuyo “hobby” era plantar árboles en el enorme patio de su casa. A veces observaba, desde mi ventana, su esfuerzo por plantar árboles y más árboles, todos los días. Lo que más llamaba mi atención era el hecho de que él jamás regaba los brotes que plantaba. Pasé a notar, después de algún tiempo, que sus árboles estaban demorando mucho en crecer.
Cierto día resolví aproximarme al médico y le pregunté si él no tenía recelo de que las plantas no creciesen, pues percibía que él nunca las regaba. Fue cuando, con un aire orgulloso, él me describió su fantástica teoría. Me dijo que, si regase sus plantas, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando por el agua fácil, que venía de encima. Como él no las regaba, los árboles demorarían más para crecer, pero sus raíces tenderían a migrar para lo más profundo, en busca del agua y de las varias nutrientes encontradas en las capas más inferiores del suelo. Así, según él, los árboles tendrían raíces profundas y serían más resistentes a la intemperie. Y agregó que él frecuentemente daba unas palmadas en sus árboles, con un diario doblado y que hacía eso para que se mantuviesen siempre despiertos y atentos. Esa fue la única conversación que tuve con mi vecino.
Tiempo después fui a vivir a otro país, y nunca más volví a verlo. Varios años más adelante, al retornar del exterior, fui a dar una mirada a mi antigua residencia. Al aproximarme, noté un bosque que no existía antes. ¡Mi antiguo vecino había realizado su sueño!
Lo curioso es que aquel era un día de un viento muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle estaban arqueados, como si no estuviesen resistiendo al rigor del invierno. Entretanto, al aproximarme al patio del médico, noté cómo estaban sólidos sus árboles; prácticamente no se movían, resistiendo estoicamente aquel fuerte viento.
Qué efecto curioso, pensé… Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, llevando palmaditas y habiendo sido privados de agua, parecía que los habían beneficiado de un modo que el confort y el tratamiento más fácil jamás lo habría conseguido.
Todas las noches, antes de ir a acostarme, doy siempre una mirada a mis hijos. Observo atentamente sus camas y veo cómo ellos han crecido. Frecuentemente oro por ellos. En la mayoría de las veces, pido para que sus vidas sean fáciles, para que no sufran las dificultades y agresiones de este mundo… Como resultado de la experiencia de los árboles del médico, he pensado que es hora de cambiar mis oraciones. Ese cambio tiene que ver con el hecho de que es inevitable que los vientos helados y fuertes los alcancen. Sé que mis hijos encontrarán innumerables dificultades y que, por tanto, mis deseos de que las dificultades no ocurran, han sido muy ingenuos y hasta desventajosos. Siempre habrá una tempestad en algún momento de sus vidas, porque, queramos o no, la vida no es muy fácil. Al contrario de lo que siempre he hecho, pasaré a orar para que mis hijos crezcan con raíces profundas, de tal forma que puedan retirar energía de las mejores fuentes, de las más divinas, que construyan sus vidas sobre los cimientos más firmes para que puedan sostenerse cuando los días malos lleguen.
Mis queridos hermanos y amigos, generalmente pedimos a Dios porque la vida sea más fácil, pero en verdad lo que necesitamos hacer es pedir para desarrollar raíces fuertes y profundas, de tal modo que cuando las tempestades lleguen y los vientos helados soplen, resistamos bravamente, en vez de que seamos subyugados y doblegados. Las raíces profundas y los cimientos firmes solo vienen de una fuente y solo de una… de nuestro Señor.
Que Dios te bendiga
Tiempo atrás, tenía yo un vecino que era médico, cuyo “hobby” era plantar árboles en el enorme patio de su casa. A veces observaba, desde mi ventana, su esfuerzo por plantar árboles y más árboles, todos los días. Lo que más llamaba mi atención era el hecho de que él jamás regaba los brotes que plantaba. Pasé a notar, después de algún tiempo, que sus árboles estaban demorando mucho en crecer.
Cierto día resolví aproximarme al médico y le pregunté si él no tenía recelo de que las plantas no creciesen, pues percibía que él nunca las regaba. Fue cuando, con un aire orgulloso, él me describió su fantástica teoría. Me dijo que, si regase sus plantas, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando por el agua fácil, que venía de encima. Como él no las regaba, los árboles demorarían más para crecer, pero sus raíces tenderían a migrar para lo más profundo, en busca del agua y de las varias nutrientes encontradas en las capas más inferiores del suelo. Así, según él, los árboles tendrían raíces profundas y serían más resistentes a la intemperie. Y agregó que él frecuentemente daba unas palmadas en sus árboles, con un diario doblado y que hacía eso para que se mantuviesen siempre despiertos y atentos. Esa fue la única conversación que tuve con mi vecino.
Tiempo después fui a vivir a otro país, y nunca más volví a verlo. Varios años más adelante, al retornar del exterior, fui a dar una mirada a mi antigua residencia. Al aproximarme, noté un bosque que no existía antes. ¡Mi antiguo vecino había realizado su sueño!
Lo curioso es que aquel era un día de un viento muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle estaban arqueados, como si no estuviesen resistiendo al rigor del invierno. Entretanto, al aproximarme al patio del médico, noté cómo estaban sólidos sus árboles; prácticamente no se movían, resistiendo estoicamente aquel fuerte viento.
Qué efecto curioso, pensé… Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, llevando palmaditas y habiendo sido privados de agua, parecía que los habían beneficiado de un modo que el confort y el tratamiento más fácil jamás lo habría conseguido.
Todas las noches, antes de ir a acostarme, doy siempre una mirada a mis hijos. Observo atentamente sus camas y veo cómo ellos han crecido. Frecuentemente oro por ellos. En la mayoría de las veces, pido para que sus vidas sean fáciles, para que no sufran las dificultades y agresiones de este mundo… Como resultado de la experiencia de los árboles del médico, he pensado que es hora de cambiar mis oraciones. Ese cambio tiene que ver con el hecho de que es inevitable que los vientos helados y fuertes los alcancen. Sé que mis hijos encontrarán innumerables dificultades y que, por tanto, mis deseos de que las dificultades no ocurran, han sido muy ingenuos y hasta desventajosos. Siempre habrá una tempestad en algún momento de sus vidas, porque, queramos o no, la vida no es muy fácil. Al contrario de lo que siempre he hecho, pasaré a orar para que mis hijos crezcan con raíces profundas, de tal forma que puedan retirar energía de las mejores fuentes, de las más divinas, que construyan sus vidas sobre los cimientos más firmes para que puedan sostenerse cuando los días malos lleguen.
Mis queridos hermanos y amigos, generalmente pedimos a Dios porque la vida sea más fácil, pero en verdad lo que necesitamos hacer es pedir para desarrollar raíces fuertes y profundas, de tal modo que cuando las tempestades lleguen y los vientos helados soplen, resistamos bravamente, en vez de que seamos subyugados y doblegados. Las raíces profundas y los cimientos firmes solo vienen de una fuente y solo de una… de nuestro Señor.
Que Dios te bendiga