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Los mineros también cuentan

Publicación:  viernes 21 agosto 2020   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles. Lucas 12:37


Reflexión

Se cuenta que durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña estaba pasando por los días más oscuros, tenía serias dificultades en mantener a sus hombres trabajando en las minas de carbón. Muchos querían abandonar sus sucios e ingratos trabajos en las peligrosas minas para unirse a las fuerzas armadas donde podrían tener más reconocimiento público y apoyo. Pero el trabajo de las minas era determinante para el éxito de la guerra. Sin carbón, los soldados y la gente en sus casas tendrían serias dificultades.

Por eso un día el Ministro Winston Churchill se enfrentó a miles de mineros y les habló de la importancia de la guerra y cómo sus esfuerzos podrían hacer que la meta de mantener a Inglaterra libre se alcanzara o no.

Churchill les pintó un cuadro completo de lo que ocurriría cuando la guerra terminara y del gran desfile con el que se honraría a los que habían hecho la guerra. Primero vendrían los marinos, luego vendrían lo mejor y más brillante de Gran Bretaña, los pilotos de la Real Fuerza Aérea.

Más atrás vendrían los soldados que habían peleado en Dunquerque. Los últimos serían, los hombres cubiertos del polvo de carbón con sus cascos mineros. Churchill dijo que quizás alguien gritaría en la multitud: "¿Y donde estaban ustedes durante los días difíciles de la guerra?" Y las voces de diez mil gargantas responderían: "En las entrañas de la tierra con nuestros rostros hacía el carbón".

Las lágrimas comenzaron a bajar por las mejillas de aquellos hombres endurecidos por el trabajo. Regresaron a sus pocos brillantes trabajos con resolución firme, después de habérseles recordado el papel que estaban desempeñando en la lucha por alcanzar la gran meta de preservar la libertad del mundo occidental.

Mis queridos hermanos y amigos, quizás hemos creído que lo que hacemos no tiene mucha importancia. Que otros hacen mejores cosas que nosotros. Mas recordemos, en el mundo todos trabajamos para bendecir a otros. Ya sea en la cocina, en la oficina, como mensajero, enfermera, médico o ministro religioso. Nadie sobra. Somos parte de la cadena de bendición. Por lo tanto vivamos hoy de tal manera que podamos disfrutar al máximo de todo lo que hacemos.

Y recordemos, ya seamos piloto de la Real Fuerza Aérea o minero con la cara llena de polvo de carbón, para el Señor nuestro trabajo es necesario y tiene un valor especial.

Que Dios te bendiga