Lectura de hoy

El obispo y sus dos hijos

Eclesiastés 7:14

En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad, reflexiona. Dios hizo tanto...

REFLEXIÓN

Un obispo, de la costa oriental de los Estados Unidos, hace muchos años visitó a una pequeña...

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F.03.- La Intercesión

Lecturas Estudio que se ocupa de contestar a la pregunta ¿Cómo le pido a Dios? ...

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Hacer música con lo que nos queda

Publicación:  miĆ©rcoles 15 febrero 2023   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33


Reflexión

El 18 de noviembre de 1994, Itzhak Perlman, el violinista, entró al escenario para dar un concierto en el "Avery Fisher Hall", del Lincoln Center de la ciudad de Nueva York. Para Perlman llegar al escenario no fue un pequeño logro. Él tuvo polio cuando fue niño, tiene ambas piernas sujetas con bragueros y camina con la ayuda de dos muletas. Verlo cruzar por el escenario dando, costosa y lentamente, un paso a la vez, es una visión asombrosa. El camina penosa pero majestuosamente hasta que llega a su silla. Entonces se sienta lentamente, pone sus muletas en el suelo, afloja los sujetadores de sus piernas, mueve un pie hacia atrás y extiende el otro hacia adelante, entonces se inclina y levanta el violín, lo pone bajo su mejilla, hace una señal al director y comienza a tocar.

Hasta ahora la audiencia está acostumbrada a este ritual. Ellos permanecen sentados mientras él hace su trayecto hasta su silla. Permanecen reverentemente silenciosos, mientras él afloja los sujetadores de sus piernas, Aún esperan hasta que esté listo para tocar.

Pero esta vez algo anduvo mal.

Justo cuando terminaba sus primeras estrofas, una de las cuerdas de su violín se rompió. Se pudo escuchar el ruido, saltó como un tiro atravesando el salón. No había equivocación sobre lo que ese sonido significaba. No había tampoco dudas sobre lo que él tendría que hacer. El público seguramente pensó: "tendrá que levantarse, ponerse los bragueros nuevamente, levantar las muletas y arrastrarse fuera del escenario ya sea para encontrar otro violín, o encontrar otra cuerda para el suyo".

Pero él no lo hizo. En su lugar, esperó un momento, cerró sus ojos y luego hizo la señal al director de comenzar nuevamente. La orquesta comenzó y él tocó desde el punto en el que se había detenido. Y tocó con tanta pasión, tanto poder y tanta pureza, como no se había escuchado antes.

Por supuesto todo el mundo sabía que es imposible interpretar un concierto con solo tres cuerdas. Pero esa noche Itzhak Perlman rehusó saberlo.

Él se podía ver modulando, cambiando, recomponiendo la pieza en su cabeza. En un punto, eso sonó como si estuviera sacando el tono de la cuerda que se había roto y consiguiendo nuevos sonidos que ellas nunca habían hecho jamás antes.

Cuando terminó, hubo un impresionante silencio en el sala y entonces la gente se levantó y lo aclamó. Hubo un extraordinario aplauso proveniente de cada rincón del auditorio. Estaban todos de pie gritando y animando, haciendo todo lo que podían, para demostrar cuánto apreciaban lo que él acababa de hacer.

El sonrió, se secó el sudor de sus cejas, detuvo su inclinación para aquietar al público y luego dijo, no con presunción, sino en un tono reverente, pensativo y calmo: "Ustedes saben,... algunas veces... la tarea del artista es descubrir cuánta música puede hacer con lo que aún le queda".

Mis queridos hermanos y amigos, ¡que maravillosa declaración! Tal vez es la definición de la vida, no solo para los artistas, sino para todos nosotros. Aquí hay un hombre que se ha preparado toda su vida para hacer música con un violín de cuatro cuerdas, quien, repentinamente, en medio de un concierto, se encuentra con solo tres cuerdas, así que realizó música con tres cuerdas. Y la música que hizo esa noche con solo tres cuerdas, fue más hermosa y más memorable, que ninguna que haya hecho jamás cuando él contaba con un violín de cuatro cuerdas.

Así que, tal vez, nuestra tarea en este mundo que vivimos, confuso, inestable y que cambia velozmente, sea hacer música, al principio con todo lo que tenemos y luego, cuando eso no sea posible, hacer música con todo lo que nos quede. Con seguridad esta obra se oirá mejor que la anterior, como la de Perlman.

Que Dios te bendiga