Lectura de hoy

Como los árboles de California

1 Corintios 12:26-27

Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos...

REFLEXIÓN

Aunque nunca he visto los árboles Sequoia de California, conocidos como los "Redwoods", me...

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Estudio Bíblico de la semana

F.06.- Comunión con Dios

Lecturas Estudio sobre nuestra comunión con Dios. ...

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La carga de la vergüenza

Publicación:  martes 17 enero 2023   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al Mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Dídimo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo:
—Voy a pescar.
Ellos le dijeron:
—Vamos nosotros también contigo.
Salieron, pues, y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa, pero los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo:
—Hijitos, ¿tenéis algo de comer?
Le respondieron:
—¡No!
Él les dijo:
—Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis.
Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro:
—¡Es el Señor!
Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella) y se tiró al mar. Los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos.
Al descender a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan. Jesús les dijo:
—Traed de los peces que acabáis de sacar.
Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió. Les dijo Jesús:
—Venid, comed.
Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle:«¿Tú, quién eres? », sabiendo que era el Señor. Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.
Juan 21:1-14


Reflexión

Pedro no podía negar su negación. La tumba vacía no borró el canto del gallo. Cristo había regresado, pero Pedro se preguntaba, o debe de haberse preguntado: «Después de lo que hice, ¿volvería Él por alguien como yo?»

Nosotros nos hemos preguntado lo mismo. ¿Es Pedro la única persona que ha hecho lo que prometió que no haría jamás?

«¡Basta de infidelidades!» decimos. «De ahora en adelante voy a poner freno a mi lengua».

«No más tratos oscuros. He aprendido la lección» volvemos a afirmar.

¡Qué volumen el de nuestra jactancia! ¡Qué quebranto el de nuestra vergüenza! En vez de resistir el coqueteo, lo correspondemos. En vez de desoír el chisme, lo difundimos. En vez de apegarnos a la verdad, la escondemos.

El gallo canta, y la convicción de pecado nos taladra y Pedro halla un compañero en las sombras, nos halla a nosotros. Lloramos como Pedro lloró y hacemos lo que Pedro hizo. Nos vamos a pescar. Volvemos a nuestra vida antigua.

Volvemos a nuestras prácticas de antes que conociéramos a Jesús. Hacemos lo que viene en forma natural, en vez de hacer lo que viene en forma espiritual. Y dudamos que Jesús tenga un lugar para personas como nosotros.

Pero unos días luego de su resurrección Jesús Invitó a Pedro a tomar desayuno. Jesús lo preparó.

Por cierto, el desayuno fue un momento especial esa mañana. Estuvo la gran pesca y el reconocimiento de Jesús. La zambullida de Pedro y el chapoteo de los discípulos. Y en un momento llegaron a la playa y Jesús estaba junto al fuego. Los pescados chirriaban en la sartén y el pan esperaba; aquel que derrotó al infierno y es el rey de los cielos invitó a sus amigos a sentarse a comer.

Nadie podía haber estado más agradecido que Pedro. El que su fe había sido zarandeada cómo comía pan de la mano de Dios. Pedro fue invitado a la comida de Cristo. Allí mismo, como dice el Salmo 23, Jesús «aderezó mesa en presencia de sus angustiadores».

Mis queridos hermanos y amigos, nunca es tarde con Dios para volver a empezar. Él sabe como quitar la carga de nuestra vergüenza. Volvamos a empezar… ahora mismo!

Que Dios te bendiga