Lectura de hoy
Por un simple acto
Romanos 8:28
Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a...
REFLEXIÓN
Un Día de Acción de Gracias hace muchos años, una joven familia despertó en una situación...
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Estudio Bíblico de la semana
F.03.- La Intercesión
Estudio que se ocupa de contestar a la pregunta ¿Cómo le pido a Dios? ... |
Agua de vida
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Cuando descendió Jesús del monte, lo seguía mucha gente. En esto se le acercó un leproso y se postró ante él, diciendo:
—Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo:
—Quiero, sé limpio.
Y al instante su lepra desapareció. Mateo 8:1-3
Reflexión
Hay un río llamado Meno, que nace entre la floresta en el Monte de los Pinos, en Alemania. Donde nacen sus aguas son tan claras y puras que pueden ser bebidas sin ninguna preocupación de contaminación.
Sin embargo, a medida que va pasando por aldeas y ciudades, debido a las industrias y a la basura que la gente va arrojando, se va contaminando a tal punto que ni la hierba en sus orillas logra crecer cuando desemboca en el mar.
Nuestra vida puede ser comparada con un río como ése. Cuando nacemos, somos puros e ingenuos y desconocemos la suciedad del mundo. Pero, con el pasar de los años, vamos acumulando diariamente experiencias mediante los amigos, los grupos sociales y las diversiones, que incorporan a nuestra vida el egoísmo, la avaricia, los celos, el temor, la envidia; en fin, tanta basura que acabamos contaminados.
Mis queridos hermanos y amigos, afortunadamente, el río se purifica nuevamente cuando entra en contacto con el océano. De la misma forma, podemos encontrar influencias purificadoras a lo largo de nuestra vida. Una de ellas son los buenos profesores que aconsejan y orientan a sus alumnos para que alcancen una vida feliz y de éxito. Los buenos amigos también pueden ser influencias purificadoras. Los buenos consejos y las palabras amigas pueden ayudarnos a apartarnos de las cosas perjudiciales.
La verdadera purificación, sin embargo, solo puede ser ofrecida por Dios, mediante su Hijo Jesús. Solo Él nos puede perdonar y renovar. Aquel que purificó a los leprosos en el pasado también está listo para oír nuestros pedidos y purificarnos. Hoy podemos oír la invitación que Jesús hizo desde la cruz hace más de 2,000 años. Te cambio mi pureza y santidad por tu pecado y contaminación… ¿aceptas?
Que Dios te bendiga
Sin embargo, a medida que va pasando por aldeas y ciudades, debido a las industrias y a la basura que la gente va arrojando, se va contaminando a tal punto que ni la hierba en sus orillas logra crecer cuando desemboca en el mar.
Nuestra vida puede ser comparada con un río como ése. Cuando nacemos, somos puros e ingenuos y desconocemos la suciedad del mundo. Pero, con el pasar de los años, vamos acumulando diariamente experiencias mediante los amigos, los grupos sociales y las diversiones, que incorporan a nuestra vida el egoísmo, la avaricia, los celos, el temor, la envidia; en fin, tanta basura que acabamos contaminados.
Mis queridos hermanos y amigos, afortunadamente, el río se purifica nuevamente cuando entra en contacto con el océano. De la misma forma, podemos encontrar influencias purificadoras a lo largo de nuestra vida. Una de ellas son los buenos profesores que aconsejan y orientan a sus alumnos para que alcancen una vida feliz y de éxito. Los buenos amigos también pueden ser influencias purificadoras. Los buenos consejos y las palabras amigas pueden ayudarnos a apartarnos de las cosas perjudiciales.
La verdadera purificación, sin embargo, solo puede ser ofrecida por Dios, mediante su Hijo Jesús. Solo Él nos puede perdonar y renovar. Aquel que purificó a los leprosos en el pasado también está listo para oír nuestros pedidos y purificarnos. Hoy podemos oír la invitación que Jesús hizo desde la cruz hace más de 2,000 años. Te cambio mi pureza y santidad por tu pecado y contaminación… ¿aceptas?
Que Dios te bendiga