Lectura de hoy

A mi vecino

Mateo 7:12

Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced...

REFLEXIÓN

Cuenta un amigo la siguiente historia: Una noche vino un hombre a nuestra casa y me dijo:...

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Estudio Bíblico de la semana

F.06.- Comunión con Dios

Lecturas Estudio sobre nuestra comunión con Dios. ...

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Poco importa el arma

Publicación:  lunes 9 noviembre 2020   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Caín dijo a su hermano Abel: «Salgamos al campo». Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Génesis 4:8


Reflexión

Cuando el hombre quiere matar, poco importa el arma que usa para lograrlo. Claude Melant, francés, mató con una bola de billar a su oponente. Wendy Gilbert se acercó a su madre y la mató golpeándola con una tortuga viva.

Theodore Gardelle, pintor francés, irritado porque la empleada doméstica se burló de uno de sus cuadros, se armó de un puntiagudo peine y la mató de un golpe al corazón. Gordon Cummins, norteamericano, eliminó a su mujer rajándole el cuello con un abrelatas. En todos estos casos se emplearon diferentes armas muy extrañas, pero el resultado fue siempre el mismo: la muerte.

Estos y otros datos de homicidios con armas raras pueden leerse en el diario Le Temps de Francia. Además de estas armas, el artículo suministra datos de otras, entre las que se encuentran alfileres de gancho, escarbadientes, palos de golf, cables de teléfono y hasta cucharadas de salsa mexicana picante.

Cualquiera que sea el arma, siempre ha sido un Caín matando a un Abel: un ser humano derramando la sangre de otro ser humano. Al crear Dios el planeta Tierra, lo hizo para morada del hombre que habría de crear. Y Dios nunca estableció que este suelo que nos sostiene abriera la boca para recibir la sangre derramada de un ser humano.

Cuando el primer asesino, Caín, mató a su hermano Abel, Dios le dijo: «¡Qué has hecho! Desde la tierra, la sangre de tu hermano reclama justicia. Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra, la cual ha abierto sus fauces para recibir la sangre de tu hermano, que tú has derramado».

Mis queridos hermanos y amigos, Dios no puso al hombre sobre la tierra para que cometiera homicidios. Tampoco para que el ser humano se goce en odios, violencias y venganzas, ni en adulterios, mentiras o pecados de ninguna especie. El plan de Dios es hacer una especie humana feliz que gozara de paz en una tierra próspera.

No obstante, Dios hizo al hombre libre. Lo hizo para que pudiera amarlo y obedecerlo libremente. Pero por ser libre, tenía también la opción de apartarse de Dios. Si quería, podía desobedecer y caer en toda clase de aberraciones, lo cual hizo.

Sabiendo esto Dios, planeó con detalle la forma de alcanzar su objetivo, y fue por eso que Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo. Y Cristo mismo dijo que no vino para que le sirvieran, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Sólo por medio de Él podemos regresar al propósito original que Dios tiene para nosotros… vivir por siempre en paz y alegría su lado. Creamos en las buenas noticias de perdón y reconciliación. Esa es la voluntad de Dios.

Que Dios te bendiga