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Por un simple acto

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REFLEXIÓN

Un Día de Acción de Gracias hace muchos años, una joven familia despertó en una situación...

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F.03.- La Intercesión

Lecturas Estudio que se ocupa de contestar a la pregunta ¿Cómo le pido a Dios? ...

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El perro jefe

Publicación:  lunes 31 octubre 2022   |  Escuchar Audio  Escuchar Audio |  Enviar a un amigo Enviar a un amigo



Pero Jehová Dios llamó al hombre, y le preguntó:
—¿Dónde estás?
Él respondió:
—Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; por eso me escondí.
Entonces Dios le preguntó:
—¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del cual yo te mandé que no comieras?
El hombre le respondió:
—La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.
Génesis 3:9-12


Reflexión

Entre los perros que arrastran los trineos de los esquimales existe una muy notable serie de reglas sociales. En realidad, estas reglas son muy parecidas a las de los lobos, con quienes esos perros están íntimamente emparentados. Cada jauría es solidaria con su jefe y con los demás miembros de ella.

Su territorio lo determina el domicilio del esquimal que los alimenta. Puede ser que no sea más grande que el patio del esquimal, pero la jauría lo defiende vigorosamente de todo intruso y de todo miembro de otras jaurías.

Algo interesante ocurre cuando el perro jefe y uno de sus subalternos son sorprendidos en el territorio de otra jauría. Esto, naturalmente, puede ocurrir por accidente. Pero si un perro jefe y uno de sus subalternos cruzan el territorio de otra jauría, los miembros de esta los persiguen fieramente para expulsarlos. En ese caso, los dos intrusos corren a toda velocidad en dirección de su territorio, mientras los dueños de casa van en su persecución. Tan pronto como los perros que huyen cruzan el límite que separan los territorios, suceden dos cosas:

Primero, la jauría perseguidora se detiene y ladra furiosamente como si dijera: " Que esto les sirva de lección. Que no los volvamos a ver por aquí, porque si los vemos les va a ir muy mal".

Segundo, el perro jefe de los dos que escapaban, se vuelve hacia su compañero y lo castiga severamente como si él tuviera toda la culpa. Los pelos y la piel del pobre perro subalterno saltan por todos lados mientras el jefe descarga su fastidio sobre su compañero de menor jerarquía.

Mis queridos hermanos y amigos, es tan fácil que nosotros también actuemos como estos perros cuando se nos sorprende haciendo algo que no debiéramos hacer. En lugar de aceptar los hechos y limitarnos a ofrecer disculpas para olvidar el asunto enseguida, le echamos la culpa a la hermanita, al perro o al amigo, o como Adán que culpó a Eva de sus desgracias.

La próxima vez que nos sintamos molestos por algo que estamos haciendo, recordemos los perros esquimales y tratemos de no imitarlos.

Cada uno de nosotros somos responsables de nuestros propios actos y debemos de rendir cuentas. Solo uno cargó con las faltas de otros, Jesús, quién sufrió en sí mismo el castigo nuestro y así obtuvo perdón y vida para Su pueblo.

Que Dios te bendiga